lunes, 12 de marzo de 2012

Del Mudo al sonoro

 Cambio del cine mudo al sonoro entre los años 30 y 40 en España.
  
En España, numerosas publicaciones de la época se hicieron eco de los avances que la Warner Bros. estaba dando en este sentido, hasta que El cantor de jazz (1927), de Alan Crosland, con música y hablada, confirmó que el cine estaba a punto de cambiar.
Mientras esto sucedía, en España todos los profesionales y empresarios vinculados al mundo del cine se reunieron en un Congreso organizado por la revista "La Pantalla" en octubre de 1928 con el fin de analizar la situación de todos los sectores y establecer las directrices que permitieran consolidar la industria nacional.
Las dificultades que tiene la industria cinematográfica española en el paso del mudo al sonoro se constatan en El misterio de la Puerta del Sol (1928), de Francisco Elías, película que busca sorprender con la captación de ruidos ambientales y diálogos ingeniosos, aunque todavía contiene muchas partes mudas en las que diversos rótulos explican las situaciones. La falta de medios tecnológicos, de equipos de rodaje sonoros, obligan a algunos directores inquietos como Benito Perojo a marchar a París o Berlín para rodar en aquellos Estudios; hasta que en 1932 se fundan en Barcelona los Estudios Orphea, el cine sonoro español depende del exterior.
A las dificultades de producción se deben añadir las que surgen en el sector de exhibición, en donde los múltiples sistemas de proyección que comienzan a llegar a España dificultan en gran medida la implantación de una programación sonora continuada, además de obligar a los operadores de cabina a dominar los nuevos proyectores. Salvo los empresarios con más recursos, la inmensa mayoría de las salas españolas se ven obligadas a proyectar cine mudo durante varios años. El cine sonoro, las películas habladas en español que producen los Estudios de las grandes productoras en Hollywood y París, van encontrando cabida en las salas de las grandes ciudades. Tanto las versiones originales en español, como las películas subtituladas se difunden por las pantallas españolas hasta mediados de los años treinta.
Como consecuencia de la implantación del cine sonoro, diversos sectores profesionales se ven afectados por la revolución tecnológica que se está produciendo. Por un lado los directores deben adaptarse a la grabación del sonido, que depende de unos ingenieros que se convierten en los principales protagonistas del Estudio. Los actores son los que más sufren el nuevo invento, pues muchos deben abandonar la profesión debido a que su voz no es la más apropiada para la pantalla. Por último, los músicos; orquesta, cuartetos, pianistas, etc. que trabajaban en las importantes salas de las grandes ciudades ven cómo pierden su empleo al no tener que acompañar musicalmente las imágenes, pues éstas ya tienen sonidos, música y diálogos.

Años 30: Una vez consolidados los primeros estudios sonoros en España, los Orphea Film de Barcelona, en Madrid también se levantaron nuevas infraestructuras (los estudios de rodaje CEA, ECESA, Ballesteros, etc., y otros de montaje, doblaje, además de diversas empresas de servicios y auxiliares) que permitieron acometer una producción constante y amplia por parte de una serie de productoras que favorecieron la carrera artística de un grupo de directores que se convirtieron en referentes de una época.

La década, sin embargo, se inició también con un encuentro profesional que intentó aglutinar las inquietudes de los profesionales hispanoamericanos de cinematografía, con el deseo de ampliar un mercado común que favorezca el intercambio artístico, técnico y de producción. Con el deseo de proteger el desarrollo del cine español se creó el Consejo de la Cinematografía en 1933, al tiempo que también se dictaron unas normas que fijaron como obligatorio el doblaje al castellano de películas extranjeras, producciones que se estuvieron exhibiendo en versión original hasta 1936.

El cine durante la II República estuvo sostenido, especialmente, por las productoras Cifesa, de Vicente Casanova, y Filmófono, de Ricardo Urgoiti, a las que acompañaron otras muchas de desigual continuidad. El cine español comenzó a demostrar que estaba capacitado para abordar historias costumbristas que superaban el listón del populismo más chabacano.
La guerra civil interrumpió estos años de gran actividad que no sólo tuvo buenas propuestas en el campo de la ficción sino, también, en el campo del cortometraje documental, en cualquier caso, la tradición documental sirvió de puente para realizar todos los reportajes y noticiarios que surgieron en plena contienda, pues el realismo ocupó el espacio que la ficción no pudo cubrir.
El conflicto bélico paralizó la producción de largometrajes en España y desplazó la realización de otros hacia Estudios extranjeros; Roma, Berlín, especialmente. El bando franquista se quedó sin recursos, mientras que los republicanos dispusieron de la infraestructura necesaria como para poder abordar una relativa producción. No obstante, no fueron capaces de impulsar proyectos que alcanzaran resultados satisfactorios. Sin embargo, sí hubo una intensa actividad en el campo de los reportajes y noticiarios, con abundante información ideológica y propagandística. También hubo una notable presencia de directores extranjeros filmando activamente imágenes del conflicto y dirigiendo alguna película testimonial como Tierra de España de Joris Evens.
En 1939 Franco gana la guerra y empieza la dictadura. Nos encontramos en la posguerra y en el principio de la II GM. El régimen de Franco era pro-nazi y apoyan a Hitler aunque no participan en la lucha. Se quiere construir una industria cinematográfica basada en los de la derecha, pero la mayoría de los conservadores se habían exiliado. Durante el periodo mudo los 3 focos más importantes eran Madrid, Barcelona y Valencia. Ahora sólo quedaba Madrid como capital del cine. Aparece la censura, primero del guión y después de la película ya rodada. También se dio una censura económica, pues sólo se daba dinero a aquellas películas que apoyasen la dictadura.
Es un periodo oscuro, por el hambre, la dictadura, la censura…, pero también un periodo muy rico artísticamente (década de los 40)
Tras la Guerra Civil, la industria cinematográfica se recuperó rápidamente desarrollando una intensa actividad en tres direcciones: por parte de las productoras, abundante en firmas, algunas con una amplitud de proyectos muy llamativa; muchos directores que consolidaron su carrera y otros nuevos que aparecieron con gran fuerza en el panorama creativo; y, finalmente, un gran elenco de actores y actrices que fueron, sin duda, el motor que alentó la presencia del espectador de la época.
La productora Cifesa fue "la antorcha de los éxitos" de la década.
Cesáreo González funda Suevia Films, la otra productora más activa de la década. Se significó por seguir el interés de la época en cuanto a temática, intentando compaginar la producción de calidad con la más popular y promocionando especialmente sus películas. Sin duda, se debe hablar de una importante década para el cine español, por cuanto las productoras confirmaron su eficacia para moverse en el proceloso mar legislativo y financiero del Estado, al tiempo que los directores demostraron su gran capacidad narrativa y los actores y actrices su calidad interpretativa, aunque en algunos casos todavía quede patente la excesiva dramatización de algunos papeles.

Escrito por: Miguel Martin
BIBLIOGRÁFIA
Wikipedia
www.espanolsinfronteras.com

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